El Llamado de la Madre Tierra
Por Atawallpa Oviedo Freire
Vivimos tiempos de saltos de conciencia. Estamos viviendo un período de transición entre un nivel y otro de la conciencia humana. Es época de un nuevo despertar de la conciencia planetaria, de reencuentro a otro nivel, entre la unicidad y la holisticidad, la racionalidad y la culturalidad, la materialidad y la espiritualidad, el mecanicismo y la vitalidad, después de más de cuatro mil años de separación y divorcio con el principio femenino de vida por un mundo patriarcal, vertical, uniformista. Proceso que se iniciara con el aparecimiento de las religiones monoteístas o unicistas (patriarca Abraham hace 5000 años), inventadas en el mundo semita y posteriormente consolidadas en la Grecia logocrática (hace 2.500 años) con el materialismo racionalista y la doctrina civilizatoria, los cuales confluirían en diferentes máximas catequizadoras y domesticadoras durante todo este proceso, hasta llegar hoy en día a sus máximos sofismas: la modernidad y la libertad. Las que actualmente son las dos más grandes formas de endiosamiento y de mitificación de hoy en día, a través del denominado desarrollo y el libre mercado (mercadolatría)
Antes de esta época de disociación con las leyes de la naturaleza, todos los pueblos de la Madre Tierra eran naturas y culturas arraigadas a tradiciones paritarias: solares y lunares de estructura matricial, horizontal y complementaria. Paulatinamente, con el empoderamiento del patriarcalismo se fueron transformando en civilizaciones, hecho que implicó el "acto superior del hombre" de alejarse de la naturaleza y de sus ciclos vitales (vitalismo), bajo el argumento de que éstos representaban el estado "salvaje y primitivo" de la vida (naturaleza y hombre), como lo dijera Sócrates hace unos 2.500 años. Las cosmunidades ancestrales que se regían por la marcación astronómica y las leyes cósmicas y naturales (vitalismo), paulatinamente fueron "morficándose" en diferentes ramas: desde la filosofía dialógica racionalista, la ciencia mecanicista, la relación cuantificable, el reduccionismo, la separación, la libertad, la democracia, hasta su cúspide máxima del colonialismo civilizatorio: la sociedad virtual miope y anoréxica, de nuestros días.
La sabiduría de los pueblos ancestrales, expresada en la sociedad y sistema de vida de la agricultura o cultura de la tierra (vitalismo), que guardaba armonía y equilibrio con el Todo Interrelacionado, se transformó en una ciencia depredadora y elitista a través de la cosificación e instrumentalización de la naturaleza. La espiritualidad ancestral, mal llamada superstición y paganismo, que surgió consustancial a la existencia misma del ser humano, terminó siendo opacada con el aparecimiento de las religiones institucionales, canónicas, y jerárquicas. Anteriormente a esta época contra-natura, no existían libros sagrados, iglesias, mandamientos, maestros ascendidos, profetas elegidos, ni nada que estableciera un sistema ortodoxo ni dogmático de relación con lo sagrado. Cada pueblo vivía en íntima relación con los ciclos vitales del cosmos y de la madre tierra (vitalidad), considerados expresión de la divinidad en sí misma. Este cosmos sagrado (campo interrelacionado), servía como guía y ejemplo para el convivir humano: la cosmunidad era una prolongación social de los diferentes niveles sistémicos de la vida en su totalidad (ecosistema).
En el mundo judeo-cristiano, sería Moisés el que declarara simbólicamente en el Monte Sinaí la idea de un dios castigador, omnipotente, omnisapiente, omnisciente, absoluto, trascendente, y de su habitación en un cielo ideal, separado de los seres humanos y de toda la existencia infinita. Lo haría después de que expulsara a un tal Adán y una Eva, los primeros seres humanos de un paraíso intangible, hecho a su medida. Dicho de otra forma, fue el acto de expulsión de Dios de la naturaleza, es decir, de la vida, para enviarlo a un mundo sobrenatural. Del homenaje, reconocimiento y coparticipación de dios en la vida natural y cotidiana de los seres humanos, se pasó al acto representativo de enviar a dios al más allá. Del hecho de honrar a dios en todo lo existente, se pasó al culto y adoración exclusiva del varón: primero de los patriarcas, luego de los monarcas... hasta llegar hoy en día a la divinización de los hombres más ricos, de los políticos, y las estrellas del deporte y del espectáculo actual, todos ellos varones. En definitiva, fue el acto de desprendimiento de la sacralización de la naturaleza y de toda la vida en su conjunto, por la idolatría del varón (androlatría).
En el mundo griego clásico, Platón, después de declarar esquizofrénicamente en estado inferior a la mujer, paralelamente lo hizo con la sexualidad y la naturaleza, pues todas ellas estaban en esta-do primitivo (leyenda histórica patriarcal del pecado original desde Abraham). Declarando de esta manera la separación y ruptura entre varón y naturaleza, entre varón y mujer, entre varón y sexualidad. Decretando así la inferioridad de la mujer-sexualidad-naturaleza y la superioridad del varón, entre todas las formas de vida.
De ahí hasta ahora, existe una larga lista de detractores de la mujer-sexualidad-naturaleza (Eva-serpiente): Descartes: el hombre es el "amo y señor" de la naturaleza; Bacón: torturar a la naturaleza hasta sacarle todos sus misterios, como lo hacía el Santo Oficio de la Inquisición con sus reos hasta conseguir develar el último de sus secretos. Tanto Lutero como Calvino pensaban que la mujer era inferior al hombre. En palabras de éste último: "Las mujeres por naturaleza (esto es, por la ley natural de Dios) nacen para obedecer, porque todos los hombres sabios siempre han rechazado el gobierno de las mujeres, como monstruosidad contranatura". Sin olvidarnos de la Biblia, que en el Génesis dice: "Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla, dominen a los pescados y a los pájaros en el cielo, y a todo animal que se arrastre por la tierra".
El dogma religioso y el dogma político, productos del extravío de mentes desmembradas de la naturaleza, se reencontrarían y se unificarían paulatinamente en Asia Menor, lugar que se convertiría en el seno de lo que se conoce hasta el día de hoy como "civilización occidental". Surgida oficialmente en el mundo semita-greco-latino hace dos mil años, e impuesta paulatinamente al mundo, a sangre y fuego, en nombre de la cruz y de los reyes, hasta nuestros días.
Sistema totalmente antípoda al de las "cosmunidades" ancestrales o culturas de toda la Madre Tierra, plenas de arquetipos solares y lunares, respetuosas de la paridad, reciprocidad y complementariedad de los opuestos, de los principios de "comunidad" y diversidad humana y natural y, de la búsqueda del equilibrio en movimiento (Vitalismo). Principios que al ser alterados, ridiculizados y tergiversados, han servido de base a la constitución de peregrinas "ideas del hombre acerca del mundo", es decir, de vanas ideologías (políticas-cosmovisiones), las mismas que han legitimado las guerras de conquista y rapiña, empezando en el mismo occidente y luego en el mundo entero.
Serían los latinos los encargados de imponer las religiones y sus ideologías androcentristas con la espada y la Biblia por toda Europa, bajo la tutela del papa San Gregorio Magno. Éste, al momento de la evangelización de Inglaterra señalaba lo siguiente: "No conviene de ninguna manera destruir los templos que tienen sus ídolos, sino solo los ídolos que hay en esos templos. Cuando estas gentes vean que no destruimos unos templos que son tan suyos, depondrán de su corazón el error y conocerán y adorarán al verdadero Dios, acudiendo con toda naturalidad a los sitios a que están acostumbrados."
A su vez, serían los europeos, siguiendo el mismo ejemplo de lo que hicieron con ellos, los que la impondrían en América o en Amaruka, como llamaban los pueblos ancestrales a este continente.[1]
Y eso mismo harían los portugueses, holandeses, franceses e ingleses en África y Asia, en estos sangrientos 500 años de colonización civilizatoria rapaz hacia los "salvajes pueblos de los trópicos". En Asia también se fueron borrando las tradiciones ancestrales con los procesos de colonización económica y civilizamiento político, especialmente en la India, la China y el Japón. Hoy queda la tradición ancestral de la Cultura de la Vida (ó ayurveda en sánscrito) en algunas "cosmunidades" bien arraigadas, pero en la mayoría de ellas ya están en proceso de exterminación o desaparición, por el posmodernismo y el desarrollo.
De esta manera, se impuso desde el mundo semita-helenístico al "mundo occidental" o primer mundo llamado actualmente, y desde ahí al mundo globalizado y uniformizado actual el patriarcalismo, el monoteísmo, el racionalismo y la competitividad, que han ido progresando, desarrollando y perfeccionándose en estos 2.000 años. Anulando así en Europa a todas las corrientes espirituales primordiales, tal como existían anteriormente en las culturas agrícolas (tautología), por tanto "cultas y culticas" de toda la Gaia o Madre Tierra o Gran Matria. (Esta última palabra, en la Antigüedad Clásica fue utilizada para hacer referencia a la tierra del nacimiento y del sentimiento, y modernamente se la utiliza en contraposición a Patria y a su sobrecarga patriarcalista).
Después de más de dos mil años de la experiencia de la civilización y de su ciencia teleológica basada en lo empírico, es decir, en el materialismo mecanicista y dogmático, la humanidad tiene el desafío de retomar el sendero de las antiguas culturas de sabiduría cósmica o relacional y seguir tejiendo el camino de aquellos pueblos que alcanzaron un importante nivel de Convivencia Armónica (vitalismo) con su entorno y consigo mismos. Y ahora es nuestro deber emular su nivel, aun cuando sería nuestra responsabilidad el dar un salto más profundo, para lograr que el equilibrio y la armonía social sean correspondientes y sincrónicos con el ecosistema natural, tal el reto de los pueblos sabios.
Ese el destino y misterio de la vida para los seres humanos, individual y colectivamente, el ser capaces de abrirse cada vez más a la inteligencia cósmica sagrada, para despertarse en una conciencia total-integrativa-sistémica-holística (vitalismo). Los abuelos de sabiduría de este tiempo dicen que estamos viviendo un "período crítico", donde la humanidad tiene la oportunidad de saltar o no, a otro estado del espíritu o de la conciencia. Los guías ancestrales siempre hablaron de que en este tiempo se produciría un despertar espiritual mundial de una nueva conciencia. Concepción totalmente distinta a las visiones catastrofistas y apocalípticas que nos quieren vender en la televisión y en los supermercados; más bien, todas aquellas "profecías" y simbolismos cíclicos de los pueblos primordiales se están cumpliendo ya en todos los rincones del planeta.
En este momento, todo luce caótico y desalineado, como todo brusco despertar, hasta que paulatinamente tome un cauce normal y un ritmo "natural". Pero existe el riesgo que, por un lado, el mundo materialista-reduccionista que mantiene el poder económico, político y religioso termine sobreponiéndose por un período más. Y por otro lado, que el movimiento conciencial, cultural, espiritual actual, que todavía está imbuido por el idealismo y el mesianismo romántico, infectado y afectado por partidos, sectas y nuevas religiones, termine otra vez atrapado en el "delirium mystique". La mayoría del movimiento "new age" y otros tipos de espiritualidad y cultura "light", que dicen recoger y seguir la espiritualidad y filosofía ancestral, son en el fondo nuevos dogmas religiosos y políticos con relumbrantes matices de comercio y de marketing posmoderno.
En este contexto, creemos que es importante establecer una clara ruptura entre la ciencia materialista-mecanicista-racionalista, con la sabiduría ancestral y la moderna ciencia quántica y relativista. Ciencias estas, que en última instancia ha venido a confirmar y validar los saberes de los pueblos de conciencia cósmica o vitalista. Y así mismo, distinguir entre religión y espiritualida. En ambos casos, debe haber un claro propósito de marcar una distancia relajada y paulatina, para retomar el camino sagrado dibujado por los pueblos de conciencia integral (culturas o pueblos vitalistas), camino totalmente opuesto al de las sociedades mecanicistas y materialistas (civilización y pueblos antropocentristas).
Debemos propugnar una nueva ciencia guiada y estructurada por principios naturales milenarios, es decir, una técnica y una tecnología que respeten y estén acordes con las leyes de la naturaleza. Las culturas ancestrales o pueblos de conciencia crearon una serie de "tecnologías", en especial agrícolas, arquitectónicas y astronómicas, procurando siempre convivirlas en compaginación con las leyes de la naturaleza y del cosmos (bio-cosmicidad). También propugnamos una espiritualidad activa y caminante, alejada de toda forma sectaria, burocrática y dogmática, que no siga a un personaje llamado líder espiritual o maestro ascendido (o todavía por ascender), pues Horus, Jesús, Buda, Mahoma, Rama, Krishna, Lao Tse, Confucio, Mitra, Zoroastro... no constituyen más que alegorías y metáforas de una originaria y común tradición solar. Y de la misma manera: Isis, Ishtar, Lilith, Ixchel, Afrodita, representantes de una anciana sabiduría lunar, que hoy han sido relegadas.
Entonces, luego del experimento y fracaso de dos mil años del sistema domesticador civilizatorio de base monárquico-monoteísta, sentimos que se debe continuar con las líneas solares y lunares, establecidas y vividas por un mínimo de 8.000 años de existencia en el mundo entero, desde el aparecimiento de la agricultura y de su sistema de convivencia integral: el vitalismo. Creemos que se debe propugnar una ciencia y espiritualidad, desde una conciencia guiada por las leyes de complementariedad de las cuatro fuentes de vida (tawantin), que constituyen en su conjunción armoniosa todo cuanto hay de diversidad y de similitud en esta vida.
Caminar -entonces- con los maestros y maestras sabias de la Gran Matria, quienes decían: preferimos seguir a la naturaleza porque el hombre tiende siempre a equivocarse. En este sentido, percibimos que se está generando una nueva humanidad, con caminantes de todos los colores y formas de expresión del planeta. Para ello, es importante que cada ser humano que ha nacido en un lugar geográfico de la Gaia, se reconozca y se asuma como hijo de cada tierra en particular, y no se siga sintiendo desarraigado ("mestizo") porque sus ancestros sean africanos, europeos, asiáticos o indo americanos. O que los "indígenas" o nativos de una región-que es lo que significa ese término-no se crean los únicos herederos de una tradición. Pues la tradición solar y lunar corresponde a todos los hijos de la Alma Mater Terra, aunque con formas singulares y locales. Y ella no pertenece a ningún pueblo en especial, superior, delegado, o "elegido" por dios para gobernar o dirigir este planeta.
El idioma kichwa solo podía haber surgido en los Andes, el chino en el lejano Este, el latín en el mediterráneo, el tsafiqui en tierras ecuatoriales. Si bien todos somos seres humanos y somos hermanos (incluidos los animales y las plantas), cada región tiene su singularidad que en otra parte no se puede encontrar. Así, cada pueblo ancestral en la posición geográfica que le ha tocado convivir, estableció una arquitectura, una alimentación, una cultura específica con su forma particular; pero su esencia siempre en relación con las marcaciones cósmicas: solares, lunares y constelares.
En esta perspectiva, sentimos y pensamos (co-razonamos) que debemos retomar estos principios de vida, para recrear "cosmunidades" activas que recuperen las tradiciones milenarias de los pueblos primordiales de cada región del planeta, para reafirmarlas, consolidarlas y proyectarlas en estos tiempos de reordenamiento. No importa si su color es rojo, amarillo, negro, o cualquiera del arco en el cielo; lo importante es que se interrelacione con la especificidad de la posición geográfica en la que vive, y se sienta en "cosmunión" (comunión cósmica) con la conciencia primordial. No creemos en fronteras ni en nacionalismos a ultranza, pero tampoco caemos en el juego de la uniformización (globalización) y el monoteísmo, para llegar a lucrar con un ser humano común y corriente, plano, desmemoriado y sin tradición ancestral (posmodernismo). Creemos que para que haya totalidad (no: globalización) debe haber singularidad, sino todo es una utopía, una ilusión. Es un híbrido (sincretismo) sin sentido y al final se descompone y se pudre como toda mala combinación, que es lo que está pasando con los movimientos religiosos, políticos, artísticos de estos tiempos.
Consideramos que el punto de partida, la flecha inicial o vector, es reconocerse en una filiación natural-cultural primordial, para luego asimilarse en filiaciones locales, regionales, y cósmicas. Simplemente caminar haciendo cosmunidad en lo cotidiano, para que desaparezcan toda forma de racismo, de etnocentrismo, de androcentrismo, de anatopismo, de liberalismo, de consumismo, de desarrollismo. Todos estos imaginarios de las modas globalizadoras arrogantes, que han llevado a la debacle de la humanidad, especialmente en estos últimos 500 años.
Apreciamos este regreso salvaje, primitivo e incivilizado de lo ancestral, de lo primordial, de la feminidad y de lo natural. El renacer de los naturales, permitirá construir una sociedad y un mundo donde se restablezcan la armonía y el equilibrio, como suprema forma de vida sabia y plena: Sumak kawsay (vitalismo andino). Llamamos a despertar en cada región al espíritu o energía del lugar, de cada espacio/tiempo, representado siglos atrás por las naciones ancestrales (especialmente las europeas) a las que pretendieron aniquilar y con ello borrar su tradición; para eso estamos nosotros nuevamente aquí, para seguir enarbolándolas. Somos nuestros propios abuelos que hemos regresado: proverbio andino.
No hay nada que inventar ni esperar: ni sociedades ni mundos futuros utópicos o ideales. Nuestros abuelos y abuelas concienciaron que el misterio del ser humano es re-aprender a convivir con las leyes de la armonía y del equilibrio dinámico de la naturaleza, y que la tarea de vida es adentrándose cada vez más en ellas. Proponemos retomar esa tarea olvidada por más de dos mil años y profundizar más en este camino iniciático hasta recuperar el nivel interiorizado por nuestros abuelos y dar un salto cuántico total. No queremos volver al pasado, sino retornar al presente, caminando con la guía y experiencia del pasado, para convivir intensamente, aquí y ahora, con y en esta humanidad.
Basta de "grandes hombres", de líderes, de mártires, de ideólogos, de teóricos, de políticos mesiánicos y salvadores, que de tiempo en tiempo crean un dogma y que después de fulgurar como centellas, se convierten en una "moda" que es reemplazada por otra de más relumbre. Las leyes de la naturaleza y del espíritu son inmutables e infinitas, no progresan ni evolucionan, están ahí girando ante nuestros ojos y oídos, anclándonos a la tierra y elevándonos al cielo. Para qué seguir dando más oportunidad a la esquizofrenia separatista del racionalismo, cuando la verdad holística está escondida en el aire que respiramos y sigue apareciendo en todas las épocas y sitios en que ha residido el ser humano.
Es una ingenuidad pensar que los que nos han llevado a la crisis ecológica y social que estamos viviendo, van a resolver lo que ellos mismos han provocado. Como decía Einstein: "Ningún problema puede ser resuelto en el mismo nivel que fue creado". Jamás lo van a hacer, sería ir en contra de sus presupuestos fundacionales y la razón y "sin razón" de su existencia. Los creadores del modelo civilizatorio no pueden destruirse a sí mismos, sería un suicidio y eso jamás podría darse mientras su sistema les siga conviniendo y puedan seguir sacando ventaja del mismo. Cómo van a resolver los problemas que ellos mismos han contribuido a crear. Cómo van a cambiar la sociedad, los que ponderan las virtudes del "libre" juego del mercado epifánico (endiosamiento) y en contrapartida sustentan que hay que "controlar y dominar" a la naturaleza y a los trabajadores, que son en realidad las fuentes de su riqueza. La libertad es para el mercado, el control es para la naturaleza y los trabajadores.
La "única realidad", en todos los tiempos y lugares, es que todos tenemos hambre, sueño, frío, alegría, miedo, amor... y que solo las leyes sociales-cosmunitarias que se ejercen en simbiosis y en sincronía consciente con la existencia son nuestras mejores guías. Todas las demás teorías son inventos del ego humano, según las ansiedades, delirios y neurosis de cada inventor. Teorías que mientras más alejadas de los modelos y categorías de la naturaleza y del cosmos se hallen, más alejadas se encuentran de la realidad, y por el contrario, están más cerca de la miseria humana, del sufrimiento, del dolor del planeta y de sus caminantes. Y viceversa, quien se acerca más a la naturaleza, y se da cuenta que lo sagrado y lo natural ya están en su interior y no fuera de sí mismo, está más cerca de lo profundo, de lo sublime, de lo evidentemente espiritual (vitalismo).
Así lo han dicho todas las cosmunidades y seres sabios en todos los espacios y en todas las épocas de la humanidad. No hay nada nuevo bajo el padre sol, solo los autoproclamados iluminados, los catequizadores piramidalistas que andan difundiendo cada vez "nuevas verdades", que son solamente nuevos engaños de novísima ilusión por los taumaturgos de siempre. La verdad cósmica es la verdad de la vida, y los pueblos solares y lunares ya lo vivieron por muchos siglos, y ella existe en los genes y en la memoria espiritual-corporal de cada uno de nosotros. Solo tenemos que despertarla y reactivarla para convivirla en nuestros respectivos caminos.
Recordar lo que ya sabemos será la clave, porque llevamos en nosotros la inteligencia y el sentimiento de la naturaleza, del cosmos, del amor, del gran espíritu, que son diferentes expresiones de lo mismo, en diferentes estados y presentaciones (campo interrelacionado o expansión total de la conciencia). Todo es como es, y no como quisieran ciertos hombres que fuera la vida para su beneficio. La vida está hecha así y no necesitamos "transformar al mundo", solo re-aprender a convivir sagradamente y amar la vida que se nos ha dado, siguiendo las leyes y misterios de su cíclica e infinita manifestación.
"Miles y miles volveremos" Tupak Amaru
"Volveré y seré millones" Tupaq Katari
